A 41 años de su desaparición, se confirmó la identidad del cuerpo hallado en la casa contigua a la que habitó Gustavo Cerati en el barrio porteño de Coghlan. Los restos pertenecen a Diego Fernández Lima, un adolescente de 16 años que fue visto por última vez en julio de 1984. Aunque la causa fue reactivada y hay un sospechoso señalado, el crimen quedaría impune por el paso del tiempo.
El caso volvió a cobrar relevancia cuando, en el marco de una remodelación de una propiedad ubicada junto a la ex casa del líder de Soda Stereo, se encontraron restos óseos humanos. La noticia generó un gran revuelo, sobre todo porque el hallazgo se produjo en un inmueble vinculado indirectamente a la figura de Cerati, aunque no existe ningún vínculo entre el artista y el hecho.
Tras una serie de análisis realizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), se logró confirmar que el cuerpo era de Fernández Lima, quien desapareció con solo 16 años sin dejar rastros. El trabajo de identificación se concretó gracias a muestras genéticas aportadas por la familia de la víctima.
Un sospechoso conocido y un crimen que prescribió
La investigación dio un giro al identificar al principal sospechoso: Cristian Graf, conocido en el barrio como “El Gallego”, quien había sido compañero de escuela de Diego y vivía en la misma cuadra. Según fuentes judiciales, entre ambos existía un vínculo de amistad, lo que refuerza las sospechas.
Sin embargo, la posibilidad de una condena quedó anulada por una razón legal: el delito prescribió. Según el Código Penal argentino, el homicidio simple prescribe a los 15 años si no hay imputación firme. Dado que el crimen ocurrió en 1984 y nunca fue investigado en su momento, la causa ya no puede avanzar penalmente, aun cuando existan elementos para responsabilizar a alguien.
“El caso está claro, hay pruebas que apuntan al sospechoso, pero la Justicia ya no puede condenarlo”, explicaron fuentes cercanas al expediente. Se prevé que la defensa solicite formalmente el cierre de la causa en los próximos días.
El dolor de una familia sin justicia
La familia de Diego Fernández Lima recibió la noticia con una mezcla de alivio y frustración. Pudieron recuperar sus restos, pero no tendrán justicia. Su hermana, en declaraciones a medios locales, expresó: “Lo buscamos 40 años. Nos dijeron de todo. Y ahora que lo encontramos, nos dicen que no hay culpables. Es un golpe al alma”.
El impacto social del caso también reavivó el debate sobre los plazos de prescripción en crímenes graves. Si bien se excluyen de esta norma los delitos de lesa humanidad, los homicidios simples sí prescriben, lo que deja un margen de impunidad en casos de desapariciones no esclarecidas.
Cerati, el nombre que volvió a los titulares sin estar involucrado
Si bien el crimen no guarda relación alguna con Gustavo Cerati, su nombre volvió a estar en las portadas debido a la cercanía del hallazgo con una casa que él habitó brevemente décadas atrás. Este dato fue utilizado en varios titulares, generando confusión en redes sociales.
Los familiares del músico aclararon que Cerati no tenía relación con el caso ni con los ocupantes de la vivienda en cuestión. “Lamentamos profundamente lo ocurrido, pero no hay vínculo alguno con Gustavo”, indicaron desde su entorno.
Lo que comenzó como un hallazgo fortuito derivó en una historia de injusticia. Aunque el nombre de Cerati funcionó como disparador mediático, el verdadero foco está en Diego Fernández Lima, en su familia, y en el drama de cientos de crímenes que, por falta de acción en su momento, terminan sin condena.
El caso se encuentra ahora en la etapa final. Todo indica que será archivado y que el sospechoso quedará en libertad, sin cargos.

 
				 
				 
				 
				